Hola a todos. Hoy les traigo algo
relativamente diferente. Se trata de un relato nacido de un juego. ¿De qué se
trata? Pues les cuento. Partiendo de la base de las tablas de multiplicar del
dos(2) al nueve(9), cree un pequeño esquema en el que a cada resultado le
asigne una palabra aleatoria. Y, todo resultado igual debe respetar dicha
palabra. Por Ejemplo: 4 X 6 = 24 (24 Ventanas) y 8 X 3= 24 (24 Ventanas). Desde
allí cree una loca historia utilizando las palabras.
Le dejo el esquema para que se
hagan una idea del grado de locura que alcancé esta semana. Parece difícil de
entender pero espero que el relato los ilumine.
¿Quién no padeció a la hora de
memorizar las Tablas de multiplicar? ¿Quién no se ha pasado horas y horas
peleando con los números?
Alexa, una niña de unos siete
años de edad, que sueña con convertirse en escritora, pero para ello debe lidiar antes con la escuela primaria. Las tablas son su último reto y ha descubierto una
manera muy peculiar de estudiarlas y recordar los benditos resultados. Usando su imaginación.
¿Dos por Tres?
Alexa estudia arduamente para un
examen que tiene al día siguiente. Tema: las tablas de multiplicar.
Acostada sobre la mesa del
comedor, mirando el techo. Se concentra en memorizar perfectamente cada
resultado, o lo mejor posible.
—Dos por uno dos, dos por dos
cuatro, dos por tres, dos por tres. ¿Dos por tres?—sacude su cabeza de un lado
a otro buscando la respuesta. Siempre le ha costado esa en particular.
— ¿dos por tres? ¡Ha ya sé! Un
hipopótamo amarillo conoce a un
cocodrilo azul. Se enamoran y se casan. Compran una casa en el dos por tres de
la calle multiplicar y, al tiempo, tiene muchos hipodrilos verdes. ¿Cuántos?
Como dos por tres, yo diría. Mamá hipopótamo, Sandra, trabaja todo el día
cuidando a su hipodrilitos, mientras papá cocodrilo, Claudio, mira la
televisión. Sandra se cansa de que su
marido no la ayude, y que para colmo este perdiendo la buena forma física. “ya
no se te notan las tablitas en el abdomen de tanto comer torta fritas” le dice
cada dos por tres. Claudio se enoja y se da a la fuga…
—Alexa ¿Cómo vas con las
tablas?—le preguntan a viva voz desde la
cocina.
— ¡Bien mamá!—responde cortando
el hilo de su historia—tal vez deba empezar al revés. Nueve por uno nueve, nueve por dos dieciocho,
nueve por tres. Veintisiete pavos caminan treinta y seis kilómetros hasta toparse con la ruta cuarenta y cinco. Allí dan cincuenta
y cuatro saltitos sobre sus patas izquierdas, que les producen sesenta y tres ampollas monumentales. Con cada saltito
perdieron setenta y dos calorías y ganaron ochenta y un reconocimientos internacionales. Pero,
eso no los salvo de que Claudio, el cocodrilo marido de la hipopótama rubia,
los cocinara en noventa minutos. Y se los
comiera en la maravillosa boda de Cipriano, el chef internacional.
»Bien ahora la del ocho. Ocho
por uno ocho, ocho por dos dieciséis, ocho por tres
veinticuatro, ocho por cuatro… el día treinta y
dos, del mes cuarenta, del año cuarenta y ocho. Se reunieron a debatir los representantes
de cincuenta y seis naciones. Asistieron a la
misma sesenta y cuatro políticos y sus
cuantiosas comitivas. Perdieron setenta y dos
calorías por hora discutiendo quien tenía la razón. El
ochenta por ciento de los concurrente dictamino que Claudio, el
cocodrilo marido de la hipopótama gualda, debía ponerse a dieta y volver a casa.
A Claudio no le gustó la idea y eso le trajo problemas con la policía de
frontera.
—Alexa ¡¿falta mucho?!
— ¡Un rato más y ya me la sé
todas mamá!—grito sin despegar los ojos del techo.
—siete por uno siete, siete por dos catorce,
siete por tres… veintiún tiburones y Claudio, el
cocodrilo marido de la hipopótama ambarina. Nadaban por las costas de bahía
tranquila. Esperando que los veinte ocho
bañistas, que se preparaban para corren una maratón, se animaran a darse un
chapuzón. Treinta y cinco segundos después del
medio día, el termómetro marcaba cuarenta y dos
grados. Nadie se animaba a tirarse al agua, pero nunca falta el inconsciente
que lo terminara haciendo. Pepito, el más intrépido del grupo, se subió a lo alto de unas rocas y de allí se
lanzó de cabeza. Por suerte no encontró tiburones, ni a Claudio, sino un
cardumen de cuarenta y nueve medusas. El video
de su osadía se trasmito en cincuenta y seis naciones.
En aquella filmación se pudieron ver las sesenta y tres
ampollas monumentales que le habían quedado a lo largo de sus setenta pulgas de altura.
»Seis por uno seis, seis por dos doce,
seis por tres dieciocho, seis por cuatro veinticuatro, seis por cinco… treinta
kilos de más tenía el hombre que manejaba el ascensor. Para solucionarlo corrió
treinta y seis kilómetros, un día que hacia como
cuarenta y dos grados de temperatura. A sus cuarenta y ocho años no era cosa fácil. Sin embargo pudo
juntar fuerzas y dar cincuenta y cuatro saltitos
antes de que oscureciera. Por la noche prefirió volver a su casa en el autobús sesenta, solo por seguridad. Mirando en las noticias,
la increíble historia de un bañista osado, atacado por medusas. Ceno algo
livianito junto a su amigo Claudio, el cocodrilo marido de la hipopótama
dorada, que también estaba a dieta.
—Alexa bájate de la mesa y
termina de una buena vez con las tablas—. La reprendió su mamá.
Alexa bajo cuidadosamente de la
mesa y se sentó en un silloncito que usaba su abuela para tejer los días de
lluvia. Apoyo la cola en el respaldo, con las piernas apuntando al cielo raso y la cabeza acomodada
en un almohadón, continuó con su tarea.
—cinco por uno cinco, cinco por dos diez,
cinco por tres quince, cinco por cuatro. Veinte.
Veinte pisos de altura tenía la torta de bodas
de chef Cipriano. Veinticinco capas distintas de
biscochos y muses hacían un total de treinta
kilos de pastel. Cipriano y Maruja, su esposa, repartieron las porciones a sus
invitados, que se las comieron en menos de treinta y
cinco segundos. Todos recordarían con alegría aquella noche del mes cuarenta. Cuando a la orilla de la ruta cuarenta y cinco, Claudio, el cocodrilo marido de la
hipopótama aurea, caso a la feliz pareja. Y cincuenta mil
estrellas brillaron para ellos.
»Cuatro por uno cuatro, cuatro por dos ocho,
cuatro por tres doce, cuatro por cuatro. Dieciséis temporadas seguidas Marcos y Aurelia
fueron de vacaciones al mismo lugar.
Paraban en un edificio de veinte pisos a orillas
del mar. Por las veinticuatro ventanas, veía a
los mismos veintiocho bañistas, los treinta y dos
días del mes. Ellos entrenaban muy duro para correr una maratón de treinta y seis kilómetros. Que organizaba un tal
Claudio, el cocodrilo marido de una hipopótama ictérica, un mes antes del mes cuarenta.
— ¿Alexa, quieres que ya te tome
las tablas?
—No mamá un ratito más.
—Apúrate que ya estoy haciendo la
cena.
—tres por uno tres, ¿tres por dos?… paso, tres por tres… nueve dinosaurios, doce
monos, quince jirafas, dieciocho
elefantes, veintiún
tiburones y otros tantos animales, se le
perdieron al guardia del zoológico el lunes por la madrugada. Según los peritos
de CSI se habría escapado por las veinticuatro ventanas,
que habían quedado accidentalmente abiertas, después de la fiesta de despedida
de soltero, que se organizó para el gorila. En las últimas horas la policía de
frontera pudo dar con el paradero de veintisiete pavos
y con Claudio, el cocodrilo marido de la hipopótama biliosa, que intentaban
pasar de contrabando treinta kilos de asado,
además de algunas tortas fritas para tomar mate.
—Alexa ya casi esta la cena.
¿Podes ayudarme con la mesa?
—Ya me falta poquito. Diez
minutos más.
—Diez minutos y después de comer
te ayudo a repasar.
Un trueno retumbo en toda la casa
anunciando una gran tormenta, el viento frío ya se colaba por debajo de la
puerta. Alexa cambio de posición a la más tradicional de sentada, pero esta vez
debajo de la mesa. Con una mano de cada lado de la cara presiono sus cienes con
el dedo índice y medio, para mejorar su concentración, comenzó a recitar la
última tabla de atrás para adelante procurando no equivocarse. Pues,
contrariamente a los que todos pueden llegar a pensar, para ella, esta era la
más complicada de todas las tablas.
—dos por diez veinte, dos por nueve dieciocho.
Dieciocho elefantes se dieron a la fuga
junto con Claudio, un cocodrilo azul casado con una hipopótama amarilla, del
zoológico central. Entre las pertenencias del reptil se contaban: varios kilos de
carne, numerosas tortas fritas para el mate y dieciséis
temporadas en DVD de “La ley y el orden”. Viajo durante muchas lunas. Pero, al
ser interceptado en la frontera tuvo que volver.
»De mala gana, y viendo el
largo trayecto que le quedaba por andar, acepto el decreto de cierta convención
internacional, imponiéndose dieta estricta y ejercicio. Para ello en el camino de
regreso organizo una maratón de catorce postas.
De la mano de doce monos aprendió acrobacia y
flexiones. Compartió horas enteras de nado con un grupo de amistosos tiburones.
Acompaño a cenar a Baldomero, un ascensorista algo rollizo. Y así vivió como diez semanas, pero al asistir a la boda de un amigo no
aguanto la tentación y termino atiborrándose con carne de pavo. Como
consecuencia casi queda en coma ocho.
»No paso tiempo antes de que volviera
con Sandra la hipopótama, y su hipodrilitos verdes, que por fortuna, ya no nacían
cada dos por tres. Antes de ayer cumplieron cuatro siglos de casados, como era de esperarse, los dos vivieron felices por siempre.
— ¡Alexa a comer!
— ¡Ya voy mamá!
— ¿terminaste de estudiar?
—si ya me las se todas. Después
te las digo rapidito—. Le prometió mientras se sentaba a la mesa.
— ¿Pudiste resolver el problema
con el dos por tres? —su madre pregunto mientras le servía un plato de sopa.
Alexa no sabía cómo hacer para
superar su problema con esa multiplicación. Por más que leyera una y otra vez
el resultado no podía acordárselo. Busco la manera en su inquieta cabecita. Aun
había tiempo para el examen y ella no era de perder las esperanzas.
Una fuerte lluvia cayó en el
momento que una epifanía golpeo su entendimiento.
—si mamá. Ya lo
solucione—.declaro felizmente.
— ¿cómo?
—Como dice la abuela "Cada dos por tres llueve". Y, seis hipodrilitos verdes van a pasear bajo el agua,
junto su mamá Sandra, la hipopótama amarilla, y su papá Claudio, el cocodrilo
azul.
—Alexa ya sabes que las
hipopótamas no existen.
FIN
¿Qué les pareció?
Nos leemos...
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