lunes, 6 de febrero de 2012

El final solo es el comienzo

Quien dijo que el final del camino lo delimita la muerte, cayo en un error, los seres humanos transitamos una vida de pruebas,  llena de dificultades que evalúan nuestra esencia y después de dejar el plano terrenal, nos convertimos en luz y energía invisible pero no desaparecemos al dejar el cuerpo vació, continuamos
existiendo muy cerca de los que mas amamos, sin perturbarlos, acompañando sus pasos. Por ellos digo el final solo es el principio y aunque la ruta que recorramos cambie y la transición sea dura y dolorosa, sin darnos cuenta, seguimos avanzado juntos unidos unos a otros por el amor.

 Aquí les dejo una historia de amor verdadero, de lucha y triunfo aunque aparente ser una derrota absoluta... Espero les guste, he intenten no llorar.






El final solo es el comienzo



No soy la única en la sala pero estoy sola, todos duermen aletargados, inmóviles en sus lechos blancos. Son las seis de la madrugada, el sol ha comenzado a clarear la gran habitación, las sombras retroceden lentamente, huyendo a los rincones más alejados. Desde las puertas dobles de la entrada puedo distinguir sin problemas dieciséis camas en dos filas, ambas pegadas a paredes opuestas, enfrentando los pies de cada paciente. Aun en la tranquila actitud de estos, el bullicio de las maquinas colma el lugar. Alarmas que advierten valores fuera de su rango aceptable, representación de latidos cardiacos sobre monitores coloridos. Los fuelles de los respiradores artificiales realizando su constante labor repetitiva, bombas dosificadoras de medicación anuncia la finalización de la tarea. Bolsas de fluido cuelgan de intrincados percheros y el olor a desinfectantes irita mi nariz desacostumbrada. El triste panorama, comprime mi pecho pero es importante mantener la entereza en este difícil momento, es mi misión ayudar a atravesar esta traumática circunstancia, es mi deber andar este camino y mi obligación velar por aquella a quien me han designado.
Los primeros días de noviembre suelen ser frescos a pesar de la inminente llegada del verano, en los parques la gente corre para dejar en el asfalto los kilos que no quiere llevarse de vacaciones, los perros pasean a sus dueños, presentándoles a cada árbol de las veredas, las mucamas comienza su labor de ventilar las casas y la madres preparan el desayuno para los madrugadores que pronto partirán a otro día de clases. Mas aquí, en donde me encuentro,  el tiempo camina lento, perezosas las agujas del reloj de pared marcan la siete treinta, la espera es larga, poro mi paciencia puede ser infinita.
El cambio de guardia del pabellón L se llevo a cavo sin ningún inconveniente. La UTIP, Unidad de Terapia Intensiva Pediátrica, de del hospital Santa Elena permanece en relativa calma, los pacientes reciben sus desayunos a través de sondas y vías intravenosas que aseguran el sustento de los incapacitados. Recorro las camas para pasar el tiempo, visitando a sus inconscientes ocupantes. Sobre sus cabezas pegados en el muro un número que indica su correspondencia, bajo este una pegatina con su nombre, apellido, edad y una breve descripción.
Cama cuatro pared izquierda, Zoe Carballo, seis años, politraumatismos, accidente de transito. La siguiente, Camila Heredia, diez años, ACV.  Así se suceden unos tras otro, pequeñas victimas del destino, luchando por obtener un latido más en su cuenta de haberes. Un pitido agudo, largo y ensordecedor me trae de vuelta a la realidad, las alarmas se disparan y las corridas comienzan. Médicos y enfermeras danzando frenéticos en el intento de recuperar la vida. Le doy la espalda a la situación, no pretendo llevar con migo el triste recuerdo del desprendimiento. Volteo al sentir un suave tirón en mi chaqueta. Frente a mi una niña de unos nueve años, me mira, sus ojos dos praderas verdes brillan como estrellas. Intrigada se acerca y me saluda.

-Hola- dice con timidez

-hola princesa ¿cómo esta? – pregunto

-bien gracias, ya no me duele nada, siento mis pierna de nuevo, puedo caminar ¿vez? – me interroga mientras desfila alegremente por el pasillo. –¿ya puedo irme a casa?-

- es complicado, pero de alguna manera si, vamos a casa- le digo.

-¡Mira!- saltando sorprendida me señala su cabello- ha crecido un montón me tapa toda la espalda y es rojo como lo recordaba-

Rio compartiendo su descubrimiento, por primera vez desde que llegue, las cosas no están teñidas de gris o de pena.

Momentos después, la niña comienza a atar cavos y sacar conclusiones por si misma.

-¿El cáncer gano verdad?- dijo aunque ya conocía la respuesta. –Yo no quería perder, hice todo lo que dijeron para quedarme junto a mamá y papá-

-no  perdiste pequeña, la batalla solamente ha terminado y por tu inmenso esfuerzo fuiste recompensada, con el alivio de tus males. Hoy comienzas una nueva etapa que transitar, donde no existe el dolor, las agujas, los medicamentos o los antisépticos. Es un momento de liberación y felicidad donde encontraras paz y yo te ayudare a llegar a tu hogar en el cual te esperan, tus seres queridos, impacientes para brindarte el amor que juntaron durante años para entregártelo  ahora-
Dejando atrás el pabellón ambas caminan hacia las puertas dobles, mientras a sus espaldas se escuchan exclamaciones tales como «cargado» y «despejen» justo a tiempo para que una corriente eléctrica atraviese un menudo cuerpo inerte, sin resultado alguno. Las dos continúan su conversación en el umbral de la sala de espera.

-Pero si me voy ¿Qué va a pasar con mis papás? Soy su única hija, los pondré muy tristes-

-Ellos aun se tienen el uno al otro para darse fuerza y seguir adelante, cuando alguno se sienta derrotado o superado por el dolor y necesite una mano para avanzar, el otro acudirá en su ayuda, Son un equipo fuerte que vivió esta realidad adversa a tu lado y padecieron cada instante de tu agonía. Sera duro, no lo niego, recibirán el apoyo de quienes los rodean y siempre estarán cuidados por una legión de ángeles para acompañarlos a traspasar su pena, con el tiempo aprenderán a respirar nuevamente, a abrir los brazos a nuevas esperanza-

-¿Se van a olvidar de mi?- dijo asustada.

-Locuras que dices niña, para tus padres siempre serás el amor verdadero, vivirás en sus recuerdos, estarás presente en sus oraciones. Anidaste en su corazón desde el momento en que supieron de tu existencia, y ese nido es indestructible, allí habitara tu luz, pequeña-

-¿Entonces podre estar siempre con ellos?-

-desde donde vamos podrás verlos a diario, velar por su bienestar y enviarles la calidez de tus alas, aunque los seres humanos se han vuelto ciegos a esos pequeños detalles, ignorantes de lo cerca que pueden estar quienes más los amaron, aun así estarás presente a tu sutil manera-

-¿debemos irnos ya?-

-Si este es el momento, mejor es dejar esta etapa atrás y mirar hacia adelante mi niña-

-Creo que es injusto que me vaya sin despedirme-

-puedes hacerlo si quieres, pero no te escuchara, no solo son ciegos también padecen de sordera-

-No importa de todas maneras quiero hacerlo-

Luana se acercó hasta el sofá en donde su madre estaba sentada, la miro en silencio. La niña sabia muy bien la clase de mujer que era su madre lo bella que podía llegar a ser, siempre soñó con crecer y poder adoptar su armoniosa manera de hablar, sus delicados movimientos, el fuego de su mirada. Hoy en cambio la notaba cansada, el pelo recogido en una descuidada coleta,  sus ojos enrojecidos de tanto llorar y unas sobras negras abultadas debajo de estos, dañaban su imagen. Luana suspiro de tristeza al ver a su madre tan mal cuando ella, por fin se sentía bien otra vez. Despacio, comenzó a hablarle, resignada a que no escucharía, pero segura que en su corazón su madre recibiría el mensaje.

-Mamá, ya no llores por mí, estoy bien. Puedo caminar, saltar correr y seguro que voy a poder volver a bailar como lo hacíamos juntas. Recupere todo lo que esta horrible enfermedad me saco, la piel suave, el cabello, la movilidad. El dolor se fue y ya no va a volver a molestarme. Ahora soy libre como cuando era pequeñita y jugaba en el parque. Estoy muy contenta y  voy a poder ver devuelta al tío Alberto y al Abuelo Mario, a tus primos que tanto querías y que me están esperando. No tengas miedo por mí, yo ya estoy curada y lamento dejar en tu pecho esta herida abierta, no era mi intención hacerte daño. Me tengo que ir, pero desde donde me encuentre te enviare un abrazo cada noche para que te abrigue el alma y me sientas bien cerquita. Cuida mucho de papá, para él siempre fui su princesa, la más grande luchadora. Dile que he ganado y que ahora disfruto de mi recompensa. Alimenta a mis peses, se pondrán muy tristes al ver que no vuelvo a casa. Regala todos mis juguetes a los chicos del hospital ellos se deleitaran jugando con mis osos, muñecas y lápices. No guardes rencor, ni odio a la vida, vívela plenamente por ambas. Me voy, mi tiempo aquí se termino, pero fue hermoso haberlo compartido siempre contigo. La abuela me espera en la puerta, me vino a buscar muy temprano para que no estuviera sola, si la vieras mamá, esta tan hermosa como cuando era joven, se borraron todas sus arrugas y manchitas de las manos, ya no tiene esa panza que tanto la hacía renegar, su cabello rojo brilla como el fuego, es mi ángel mamá, y yo seré el tuyo-

Sin más Luana se levanto y dejo un beso en la mejilla de su madre, al tiempo que de los ojos de esta se desprendían nuevas lágrimas, un calor intenso recorrió la cara de la mujer teniendo como epicentro su mejilla, allí deposito su mano, como si supiera que así protegería el último beso de su hija.

-Adiós Mamá, nunca olvides que te amo, adiós papá o mejor dicho hasta luego- dijo Luana bajito, con la esperanza viva de verlos en el futuro y poder darles el abrazo que hoy guarda para si misma. Y así caminó junto a su abuela hasta las luces del amanecer, dejando atrás la tristeza y el dolor en la cama del viejo hospital.   


Escrito por: Ma. de los Angeles 

1 comentario :

  1. Wow, que pena me dio T^T
    Aunque es cierto, al menos para mí también.
    *La muerte es solo el comienzo* Deben haber más vidas después de ello, un nuevo comienzo.
    Es algo que me inspira tanto misterio, lástima que no sea algo que se pueda comprobar.
    Besitos.
    Rizel

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