Siguiendo con el taller de construcción literaria llega la siguiente consigna:
- Historia donde todas las cosas pasen a destiempo.
- Una mano buscando otra mano.
- Una mirada buscando otra mirada.
- Un sueño buscando otro sueño.
- Una palabra buscando otra mirada.
Yo elegí la N°1 "Una mano que busca a otra mano" y me salio esto que les parece.
A los que se animen a hacer algún cuento, relato corto o poesía con esta consigna me la pueden mandar al mail y la puedo publicar en este espacio con su nombre y blog si lo tuviesen.
La Catalina
Solo tenia cuatro años
cuando Candela se me acerco para enseñarme un nuevo juego. Era un verano
calcinante y mi hermana en el arte de los juegos de sincronización de manos.
Uno en especial era su favorito, lo llamaba la Catalina.
—Golpea mi mano derecha con
la tuya primero el dorso y luego la palma —me decía transmitiéndome su
sabiduría—Después has lo mismo con la izquierda y por ultimo las dos juntas.
El canto comenzaba, pero la
precaria coordinación de mi temprana edad no me dejo acertar ningún movimiento.
— ¡Así no Tatiana
concéntrate! —me reprendía cada vez que fallaba y por desgracia eran muchas.
Por más que lo intentara, al
verla levantar la mano derecha, yo, enfrente de ella, alzaba la izquierda sin
poder satisfacer los deseos de mi hermana.
Las semanas siguientes me vi
obsesionada con la tarea de realizar con precisión ese intricando juego.
Intente enseñárselo a una
amiga del jardín de niños pero entre las dos era siempre el mismo resultado,
las manos no se juntaban correctamente nunca.
Un poco decepcionada olvide
el asunto por épocas y en otras, cuando reaparecía el interés por superarme.
Encontraba a una nueva compañera de juego que me ayudara con la cuestión. Pero,
lo interesante fue descubrir que la mejor manera de perfeccionarme era practicar
conmigo misma.
Frente a un envejecido
espejo, sincronice las manos con el reflejo que me devolvía los movimientos
exactos.
Cuando me supe satisfecha de
haber logrado dominar ese arte, busque a Candela por todas partes pero ella ya
había abandonado los juegos hacía mucho tiempo.
Ahora era yo la que tenía
ocho años y era mi tiempo de disfrutarlos pero no tenía a Candela para
compartirlos. Sin desanimarme Salí al encuentro de Sofía mi hermana menor con
la misión de enseñarle en juego de la Catalina.
Golpea mi mano derecha con
la tuya primero el dorso y luego la palma —le dije transmitiéndole mi sabiduría
a la pequeña de cuatro años que me observaba atenta—Después has lo mismo con la
izquierda y por ultimo las dos juntas. ¿Entendiste?
—Si —contesto alegremente, ansiosa
por comenzar.
—Bueno a las tres—le advertí—.
Uno, dos, tres.
El canto comienza y levanto
mi mano derecha topándome con la incapacidad de Sofía para devolverme el
movimiento adecuado.
—Lo siento Tatiana, era mi
otra derecha—me dijo afligida.
No pude enojarme y
reprenderla aunque lo deseaba, pues otra vez me vi de cuatro años tratando de
alcanzar las manos de mi hermana mayor y fallando. No importa cuan duro lo
intentara.
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