lunes, 9 de enero de 2012

El guardian parte 3

Una noche agitada

 En los montes cercanos al área 6 un asentamiento de insaciables crese con vertiginosa rapidez, la nación de Soler, en la cual vivimos, monitorea estos asentamientos para estudiar el comportamiento y evolución de esas criaturas deformes. Algunas agencias secretas del gobierno los capturan para luego someterlos a infinidad de procedimientos experimentales. Las fuerzas de la elite se dedica a la captura con vida de indeseables ya que no solo han mutado en apariencia sino su constante desarrollo celular los hace más feos, más rápidos, más fuertes, mas todo. O casi todo debido que su cerebro como el nuestro necesita estimulo, adiestramiento al que ellos no acceden por ende son marginados analfabetos, ignorantes y listo a su manera.

Pero en ocasiones el crecimiento desmedido de su número hace que desde las ciudades se envíen los cuerpos de elite con el único fin del exterminio.







2 de la tarde a ciento cincuenta kilómetros del perímetro de “El Paraíso 6” ciudad del sur de Soler.

Los miembros del cuerpo de elite se dispersan en un radio de un kilómetros el plan es realizar ocho ataque simultáneos para diezmar la población. Los alrededores están en calma, los  indeseables son criaturas mayormente noctambulas, lo que no signifiquen que sean alérgicos al sol pero prefieren la seguridad de las sombras para moverse y esconder la moutrosidad de sus rostros. Los soldados bien entrenados se acercan cuidadosamente a las precarias puertas de las salas comunes en donde las criaturas se hacinan para su descanso. A la cuenta de tres, veo la mano del teniente contar despacio y dar la señal. En ocho puntos diferentes los ataques comienzan las puertas se derriban la ventanas caen hechas añicos.

Los galpones en los que irrumpen son inmensas estructuras que por su dimensión albergarían a unos quinientos indeseables,  estructuras levantadas de forma precaria, inestables, sobre el suelo de tierra, sin piso ni muebles solo cuatro paredes y unas cuantas ventanas mugrientas que encierran hoy, en especial, solo aire, enviciado de sudor y maloliente aire. Sorpresivamente   todos los predios están vacíos no hay nada en ellos. los soldados los recorren de punta a punta turbados por la inesperada situación.

Las imágenes satelitales muestran grandes fuentes de calor dentro de las estructuras pero los soldados desconcertados no encuentran el origen. Llevan horas estudiando el lugar y la tarde va muriendo, no es seguro quedarse. La noche es el dominio de sus enemigos. 

 Las tropas comienzan a retirarse con un sabor a derrota en la garganta. En fila uno a uno suben a los camiones que llegaron a recogerlos. Unos pocos superiores quedan en la retaguardia  para cerciorarse que nadie sea abandonado. Seis convoyes de 4 camiones cada uno, les adelantan en el camino otros dos acaba de emprender la vuelta y el ultimo vehículo está a punto de decir adiós, hasta mañana, al campo de batalla. Los motores se encienden, cambio y avance.  

El chofer no sabe desde donde lo han atacado pero el agudo dolor lo lleva a examinarse su pecho, al bajar la vista los borbotones de sangre que  fluyen incontrolablemente alrededor de la lanza. El vehículo se estrella poco después contra un robusto árbol que le da la bienvenida. El resto de los ocupantes quedan diseminados por el suelo de la unidad y sin perder tiempo recogen las armas que tiene a la mano.

Un grupo de indeseables han aparecido de la nada. Un grupo de más de treinta y cuando digo de la nada es eso mismo en un momento no estaba y al siguiente “puff” estaban allí. Como si se materializaran en el espacio frente a los soldados.

No hay manera de avisar a los que ya se han ido. La  radio del camión esta inutilizada y el encargado de las comunicaciones es el primero en morir. Los superan en número ampliamente pero ellos están muy bien entrenados. Comienza una batalla casi épica entre los miembros de la elite y sus contrincantes, deformes, pero mortíferos. Uno tras otro los soldados caen irremediablemente pero no sin llevar al más allá a varios de sus enemigos con ellos.

Desde los grupos más alejados de camiones comienzan a notar la ausencia del último se para la caravana y envían un grupo para apoyar el regreso de los rezagados. Desde la distancia la sangrienta batalla, se hace ver y sentir, los espectadores lejanos dan aviso de lo ocurrido y esperan órdenes para atacar. Según la situación un número de más de setenta indeseables embosco al convoy, asesino a los soldados rasos y capturo los oficiales para ejecutarlos despiadadamente. El número de hostiles sigue creciendo reuniéndose en rededor de la matanza los soldados que presencian la escena desde la seguridad de la  lejanía esperan expectante la decisión que se emitirá en su radio.

Mientras tanto  cinco oficiales son atados y amordazados, las heridas desprenden ríos de sangre escarlata, manchando sus uniformes marrón claro. Gritos de victoria se desprenden de la multitud. Se puede distinguir la lucha de los soldados arrodillados en la tierra. Sus miradas de odio. La esperanza de una muerte rápida. Uno de ellos, un hombre alto muy fornido forcejea con sus ataduras mientras eleva la vista al cielo y pide a su Dios por una larga vida para sus hijos. Su esposa y segunda al mando se encuentra encorvada a su lado con los huesos destrozados reza por el futuro que ellos no vivirán.  

La radio crepita en estática y silencio. Se escucha al operador preguntar por sus órdenes y desde el otro extremo de la señal se decreta retirada inmediata. Los jóvenes soldados que observan detrás de sus eficaces binoculares nocturnos, caen indignados en la obligación de acatar lo dicho. Saben que no hay esperanza para esas pobres víctimas de esta guerra. Recogen el equipo y emprende la vuelta dejando a sus espaldas la suerte de los parecientes.

En el asentamiento el tiempo se ha terminado. Los indeseables hablan a los soldados con palabras indescifrables y estos les contestas sacudiendo la cabeza. Se da la orden de ejecución y uno a uno se les da muerte rápidamente sin dolor y saña. Un corte profundo y limpio en la garganta de izquierda a derecha, los restos caen en el tierra polvorienta.


En ese momento es cuando la pesadilla término, sentado en mi cama no pude evitar tomarme el cuello, ya que la sensación del afilado cuchillo enterrándose en mi piel fue tan vivida que pensé que perdería la vida dentro del cuerpo de aquel soldado. El gusto metálico me inundo la boca, sangre, seguramente me mordí las mejillas durante el mal sueño.

-Maldición- pienso. El corazón se me desboca y una gruesa capa de sudor me cubre de punta a punta.

Siempre había temido por lo que vi en sueños pero nunca lo vi tan nítido en mis pensamientos pesimistas. Pero ver de una manera tan vivida la emboscada, la batalla y la caída de esos hombres metido en la piel del oficial a cargo era demasiado.

-Solo es una pesadilla- me repito   

Aunque todas las escenas fuero tan perversamente inolvidables, se me ha grabado en la cabeza el jefe de los indeseables en el momento de dar la orden mortal. Su mirada me resulta desconcertante, tras de esa mascara de fealdad su ojos muestra derrota y dolor, como si no hubiese querido este final.  Aun así el odio hacia él crese en mi pecho y mis dientes se presionan fuertemente, aunque esto solo sea una pesadilla.

Es traumatizante el miedo a la posible pérdida que tienen los hijos de los soldados, el temor de saber que existe la posibilidad que un mal día llegue a su puerta la noticia de que habían perdido a sus padres en el campo de batalla. Pero esto superaba cualquier otra cosa. Espero no volver a soñar estar dentro del cuerpo de mi padre en el momento que es asesinado,  frente a su esposa ya muerta.


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