domingo, 8 de enero de 2012

Hoy uno de terror

Persecución




Aun en la desesperación, Demian no recordaba cuando fue la última vez que había visto las calles de su ciudad tan desiertas. Era de madrugada, pero eran vacaciones de verano, lo que daría a las calles un constante ajetreo hasta la mañana siguiente; siempre se veía a los jóvenes  sentados en el cordón de la vereda tomando algún refresco, o a parejas salir de la trasnoche de los cines. Pero hoy no era así. El denso calor agobiaba a los habitantes y a los turistas por igual, confinándolos dentro de sus casas y alojamientos, cerca, muy cerca, de los aires acondicionados que les proporcionaban bienestar.











Por su parte, él llevaba corriendo ya no sabía hace cuánto tiempo. Las articulaciones le dolían y le pedían a gritos que parara pero no se iba a rendir tan fácilmente. Sentía el aliento de su persecutor casi sobre el cabello de su nuca. El sudor frio lo cubría de pies a cabeza. El pánico había consumido su capacidad de razonar. Lo único que no mantenía en pie era su primario instinto de supervivencia. Un paso más, se repetía. Tenía que llegar a su casa, su padre sabría qué hacer, él siempre había protegido a Demian de todo mal, era su puerto seguro.
A su espalda una sensación gélida cortaba la calurosa noche, enterrándose en lo profundo de su cuerpo, anidando en sus huesos. La bestia lo perseguía desde que logró huir del galpón junto con Jace y Matt. Poco después en una intersección decidieron separarse, y Demian ahora desconocía el destino de sus amigos, pero los gritos lejanos le suponían que no lograron escapar de las putrefactas manos del genocida.
El demonio se les presento cuando bebían unas cervezas en el viejo galpón metalúrgico, abandonado desde mucho antes de que alguno de ellos siquiera hubieran nacido, era un punto de encuentro ideal para los adolescentes. El grupo era numeroso, unos quince chicos y chicas de entre 17 y 20 años amigos desde la misma infancia. La criatura se mostró amigable al entrar en su círculo, pero no tardo en mostrar su verdadera cara, carcomida por la decadencia y la muerte, oliendo a rancia osamenta. En segundos se encargó de descuartizar los cuerpos de los jóvenes como si se tratara de muñecos de plástico barato. Uno a uno, cayeron a sus pies, los restos sin vida de sus amigos; bañando al homicida con su  sangre.
En medio de ese frenesí de aberración, Demian y los demás habían logrado escapar, para luego correr una carrera desesperada por sus propias vidas. La cara del muchacho cubierta de lágrimas mostraba el terrible sufrimiento y las secuelas de lo vivido.
En su cabeza escuchaba a aquel que le daba caza.
 – Eres mío –le repetía.  
Cada paso era una tortura enorme, los músculos se le desgarraban por el esfuerzo, un kilómetro más, recorrido con la esperanza de alcanzar la meta y el temor de perderlo todo.
 – Eres mío –lo atormentaba.
Al frente en medio de la desolada calle, solo la oscuridad lo aguardaba. La impotencia de su vos para pedir ayuda lo abrumaba, la garganta seca, el estómago  echo un nudo, amenazaba salirse por la boca. Nausea, dolor, miedo, cansancio, las sensaciones se le amontonabas unas con otras, luchando para gobernar su cuerpo y lograr doblegarlo a su terrible destino. Los silentes sollozos nublaban su mente y su vista. Un poco más y estaría a salvo en el seguro seno de su hogar, un poco más, solo un poco más.
 – Eres mío.
Doblando en la esquina,  la segunda casa a la derecha, rodeada de jardines de rosas y jazmines. Pintada  de vistosos colores era el hogar de Demian. En un arrebato de confianza por haber cumplido su propósito utilizo el último resabio de energía para llegar al umbral que lo separaba de su resguardo.
Rebusco en sus bolsillos solo para darse cuenta que no traía las llaves con él, tal vez la dejo en el galpón o quizás la perdió en la carrera. Las manos le temblaban cuando se aferró a la puerta, con la fuerza manada del mismísimo miedo golpeo desesperadamente los paneles de madera maciza y oscura de su casa. Llamo clamando ayuda, lloro sus últimas lágrimas.
En el piso superior, un pequeño reflejo se divisó, alguien encendió una luz de esperanza en su corazón y una débil sonrisa se dibujó en su rostro mortificado. Ya postrado en el suelo sin más aliento y energía en sus extremidades solo le quedaba esperar y desear la prontitud de su auxilio.
 –Eres mío – le susurraba su mente.
Su pecho entumecido, apenas lograba inyectar oxígeno a sus maltrechos pulmones.
Cuando al fin la puerta se abrió, vio en el umbral el rostro desconcertado de su padre. No le hablaba, no le tendía la mano para ayudarlo a entrar. Solo observaba la oscuridad vestido con su viejo y descolorido pijama a rayas. Intento acercarse al viejo, hablarle desde su posición pero nada parecía llamar la atención del hombre, ni modificar el semblante de su mirada.
Demian se incorporó débilmente, sosteniéndose sobre sus piernas doloridas. ¿Acaso su padre lo ignoraba aun viendo el estado deplorable en que se encontraba?
 –Eres mío.
Sacudió la cabeza para aclarar sus pensamientos y se dirigió a la puerta con paso cansino. Pero no pudo entrar.
Por más que lo intentara una y otra vez la entrada parecía estar cubierta con una  barrera invisible que no lo dejaba pasar. Golpeo el aire frente a su padre y grito con el alma, los nudillos le comenzaron a sangrar como si estuviera azotando un muro de ladrillos con ellos.
Derrotado, resignado a una muerte segura vio como su padre, su protector y única esperanza de salvación, cerraba la puerta frete a él dejándolo fuera en la calurosa noche de verano.
Ya no había lágrimas, si mucho dolor contrarrestado con un entumecimiento mental insoportable le.
 –Eres mío –sonó la voz en su cabeza y cada segundo que pasaba se hacía aún más nítida como si al acercarse a su presa, la frecuencia que lo unía al demonio  se hiciera más fuerte.
 – Eres mío.
No había escapatoria, las cartas estaban echadas y el juego exhibía un enorme GAME OVER en letras rojas.
 – Eres mío –allí parado con la mirada perdida en la madera de la puerta mirando absolutamente nada Demian esperaba el final.
 –Eres mío–lo escucho decir detrás de sí.
Lentamente giro para darle la cara a su destino. Estaba aterrado, pero aun así vería la cara de su asesino antes de tomar su descanso eterno. O eso era lo que él pensaba.
Débil, con los músculos rígidos por el esfuerzo, logro toscamente ponerse de frente a  la bestia.  Con la mirada impresa en el suelo, requirió todo el coraje de su alma levantar la vista, pero se prometió a si mismo que lo haría. Poco a poco. Centímetro a centímetro recorrió desde los pies de la criatura hasta el amplio torso cubierto de sangre fresca. En los brazos cargaba lo que parecían un ser humano  o lo que quedaba de él. Viseras, fluidos y otras tantas cosas se derramaban de su víctima, ensuciando el suelo que pisaba. Demian tuvo que cerrar los ojos ante el espectáculo. las náuseas golpeaba su garganta y el miedo carcomía su cordura.
Envuelto en penumbra el demonio se acercó a Demian que con respiración jadeante temblaba  mientras rezaba a los cielos.
 –Eres mío –le susurro la bestia en su oído. El aliento putrefacto de la bestia se coló en las fosas nasales del chico haciendo más difícil su ya complicada tarea de respirar
 – Abre los ojos y acepta tu destino, yo reclamo tu alma como mía – siseo el demonio.
Demian abrió lentamente los ojos, observo al demonio y lo que tenía en sus brazos lo espanto de una manera inaudita.
El cuerpo que llevaba la bestia no era otro que el de él mismo, mutilado,  chorreante, desgarrado,  muerto…

El cuerpo de su última víctima, conservado como trofeo. Mientras reclama el alma del inocente, para convertirlo en uno más de sus esclavos eternos…








1 comentario :

  1. Hola!
    Te sigo ^^ y te invito a mi blog "elamorescosadeotroplaneta". Te espero ^^

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