sábado, 3 de diciembre de 2011

Cuento: Amanda, la única

El que me conoce lo sabe. Amo leer y escribir aunque esta es una de las primeras veces que publico mi trabajo en la web.
Aca le dejo uno de mis cuentos espero que les guste.
Dejenme sus opiniones y critcas constructivas debajo asi yo puedo mejorar mi calidad de escritura.

Gracia de antemano por tomarse el tiempo



Amanda, la única


   Cada mañana es la misma rutina. El despertador gruñe siempre a la misma hora, son las 6:30 de la mañana. Sin siquiera decir una pequeña queja Amanda se levanta, siempre de buen humor. De la punta de su cama toma la ropa que escogió la noche anterior y se dirige al cuarto de baño de la casa, en la que vive con sus padres, donde se ducha, viste,  cepilla sus dientes, se peina y maquilla. 

   Amanda es hija única, a pesar de sus padres, que han intentado incontables veces darle un hermanito. Después de tanto tiempo ha renunciado a la esperanza de tenerlo alguna vez aunque el deseo sigue vivo.

   Después de vestirse, se dirige escaleras abajo donde sus padres la esperan con el desayuno ya en la mesa  7:00 es hora de marchar. Amanda camina las cinco cuadras que la separan del colegio secundario al que asiste diario desde hace dos años. En el camino se cruza con la panadera Clarita, de unos veinti  algo o treinta y pocos años, que la saluda deseándole buenos días al pasar, más allá cruzando la esquina se encuentra con  Héctor el portero del nuevo gran edificio, que lava la vereda y riega las plantas animosamente mientras canta viejos tangos. Héctor levanta la mano en señal de saludo y ella responde con un pequeño asentimiento de cabeza. Tres cuadras más, a 50 metros antes de llegar a la entrada de la escuela esta la casa de la abuela de Amanda, siempre la esperaba en la puerta para darle un beso en la mejilla y las bendiciones para el día. Amanda también es su única nieta y a sus 89 años tampoco cree llegue el día que tenga otro.

   Al medio día, al acabar las clases, Amanda deshace el camino realizado por la mañana se encuentra con las mismas personas que la observan regresar a su casa en donde su madre la espera con el almuerzo caliente en la mesa.

   Y así  todos los días, cada mañana, una repetición exacta de la mañana anterior, día tras día hasta hoy.

   El despertador suena a la hora indicada,  después de la ducha matinal para eliminar todo vestigio de pereza,  Amanda enfrenta al espejo. Se cepilla los dientes. Se peina el cabello recogiéndolo en una cola de caballo muy tirante en la parte más alta de su cabeza.  Un poco de maquillaje, muy poco para que Papá y  la preceptora del colegio ni siquiera lo noten, un vistazo generas, algunas gotas de perfume de mamá y listo. El resultado, una niña, casi una mujer, de 1 metro 65 centímetros de cabello rubio largo con bucles en las puntas  que llegan hasta las caderas,  de cuerpo curvilíneo, generoso pecho y diminuta cintura, con tez ligeramente bronceada. Su rostro fino, delicado como el de una muñeca de porcelana ostentaba labios llenos, nariz pequeña y grandes ojos del color de la más apetitosa miel, enmarcados por un par de cejas que parecían dibujarse en su piel.  Sobre su frente un mechón de pelo volteado hacia la derecha a modo de flequillo.   Vestida con unos  jeans celestes gastados, los jeans de la suerte, una remera rosada de cuello en forma de V,  con un pequeño dibujo de un corazón atravesado por una flecha sobre el hombro izquierdo, medias y unas zapatillas de lona blanca.  Completando el conjunto un par de pulseras de tela, de varios colores, en las muñecas y el relicario ovalado de oro colgando de su cuello. Su padre se lo regaló la noche anterior, al dar las doce, como su primer regalo del día. Tiene grabada sus iniciales al frente y  dentro la leyenda “siempre serás mi niña” junto  con una foto de sus padres sosteniéndola a ella cuando bebe. Es su primera foto sacada en la maternidad. Detrás grabada la fecha de hoy 16 de noviembre. Cumple  quince años. Apenas lo vio se enamoró de esa pequeña cosita.

   Abajo en el comedor sus padres le preparan  un desayuno especial  con las magdalenas de la abuela que ahí estaba sentada en una de las sillas alrededor de la mesa, cantan un rápido feliz cumpleaños y sopla la  pequeña vela  que se encontraba sobre una montaña de panqueques con dulce de leche. Mama prometió un almuerzo con su plato favorito milanesas con puré de papa y calabaza y una verdadera torta para la noche. A las 7:30 como todos los días, sale de su casa sola hacia la escuela. Ve a Clarita que le desea buenos días, se cruza con Héctor que la saluda con la mano, pero no saluda a su abuela ya que la dejo en casa acompañando a su madre.

   Al medio día en casa están todos esperando la llegada de Amanda en secreto organizaron una fiesta de cumpleaños solo con su familia. Están sus  tías  del interior, todas viejas solteronas que dedican su vida a consentir a su única sobrina. Amanda está retrasada quince minutos, a pesar que no era su costumbre llegar tarde tal vez le fue imposible librarse de sus compañeros a la salida del colegio. La familia aguardo. Van casi treinta minutos, una hora y Amanda no llegaba. Su padre salió a buscarla, hizo el mismo camino que ella recorre todas las mañanas hasta la escuela pero no la encontró. Llego a la esquina del colegio y vio a tres de sus compañeras de curso tomando unos helados frente al Kiosco.

   -hola, chicas.- saludo –saben dónde puedo encontrar a Amanda, la estamos esperando en casa, aún no ha regresado de la escuela-

   Las tres chicas se miraron entre ellas desconcertadas hasta que una se animó a responder -Disculpe señor Castro, no queremos causarle un problema a Amanda, pero lo cierto es que ella hoy no vino a la escuela. Pensamos que como hoy es su cumpleaños se quedado en casa a disfrutarlo-

   Juan Castro al borde del pánico despide a las muchachas y reanuda la búsqueda. No podía ser, eso no está pasando. Dice para sí mismo. Ella no es así no se haría la rata como dicen los chicos ni mucho menos se escaparía de casa. Por más que busco en cada sitio conocido no la hallo por ninguna parte. Llego a la puerta de la comisaria cuatro horas después allí lo esperaba su esposa. La denuncia aun no podía ser asentada pero la policía le tomo los datos de todas maneras, todos conocían a Castro el dueño del supermercado ubicado enfrente de la seccional.

   Pasaron las horas. La familia espera la vuelta de Amanda en su casa. Su padre deambula por las calles hasta pasada la madrugada. Con los primeros rayos del sol regresa junto a su señora con las manos vacías.

   Cinco días después aún no hay noticias. Amanda no aparece .La policía ya realizo dos rastrillajes, hablo con todos sus amigos, busco novios escondido que no encontraron, público avisos en los medios y pego afiches en cada poste escuela o pared de la calle que encontraron, todos buscan a la chica de 15 años, rubia de un metro sesenta y cinco de cabello rubio y tez ligeramente bronceada que sonríe desde las fotos exhibidas, con sus labios llenos y sus ojos de miel. Pero sus esfuerzos no daban fruto. Amanda segué sin aparecer. 

   Su madre esta desconsolada llora a todas horas mientras abrasa el oso de peluche que Amanda usaba cuando chica para ir a dormir. Su padre es un manojo de nervio no recuerda cuando durmió por última vez. Sigue saliendo a buscarla, sigue volviendo si ella. Ya no se lo ve en su trabajo y sus amigos se encuentran a su lado, junto a su familia. Todos conocen a Amanda saben que no se escaparía de casa.

    Todos se hacen la misma pregunta ¿porque no aparece?

   Diez días el Comisario Santos golpea la puerta de la casa familiar. Es Castro quien abre, su mujer se encuentra pérdida en si misma hace un par de días dejo de reaccionar a su entorno.  Santos tiene el rostro cansado, estos días parecen haberlo envejecido quince años, su semblante es de una profunda tristeza, lleva consigo la más dura de las noticias. 

   Castro sabe que Santos es un buen policía lo juraría con su vida pero lo que también juraría es que lo que vino a decirle no lo quiere escuchar.

   En el living hay una congregación de gente. El comisario pide hablar con la pareja pero esta niega que los demás salgan. El oficial prosigue.

   -hemos encontrado a Amanda- silencio – lamentablemente llegamos tarde-

   La habitación parecía derrumbarse para las doce persona presente, se sostuvo de su vecina para no caer al suelo. Se escucharos sollozos, gritos y maldiciones. Ya lo sabían, pero se negaron a creer.

   El comisario continúo en cuanto el habiente se restableció y las preguntas empezaron a ser dichas.

   -Encontramos su cuerpo a unos  cuarenta kilómetros de aquí en los campos sembrados de una familia extranjera, que vieron algo raro y llamaron a las autoridades. La han llevado a la morgue judicial para realizar la autopsia, se ordenó que fuese en carácter de urgente-

   Los padres de Amanda quedaron en silencio, como si la vida se les hubiese escapado, inmóviles al cuidado de quienes allí estaban.

   Los médicos forenses llevan adelante la autopsia. Llegan a la conclusión de que el responsable la torturo durante días antes de acecinarla, la tuvo atada y amordazada, sus pies y manos están cubiertos de laceraciones y sangre. Su cara antes el de una muñeca de porcelana hoy es una muestra de la barbarie humana, sus ojos están cosidos con fino hilo tanza. Su cuerpo presenta ciento cincuenta y tres costes. Los golpes en su cabeza terminaron por arrebatarle la vida y librarla de su suplicio. Ninguno de los médicos hizo comentario alguno, a pesar de su entrenamiento no pudieron evitar verse afectado por el estado de los restos de Amanda.

   Con el informe de la autopsia, llegaron infinitos interrogantes. La causa se caratula Secuestro  y violación seguida de muerte. 

   Los medios hablan todo el tiempo de Amanda, en diarios, revistas y en la televisión. Se hacen marchas por la paz de su alma y por justicia sobre el culpable.

   La investigación dio con un hombre, un tal Eduardo Frías, diariero. Este hombre tiene su puesto a dos cuadras de la escuela en donde asistía Amanda. Pero aunque la policía lo tiene bajo custodia, niega todas las acusaciones.

   Pasa un mes y las pruebas contra Frías se acumulan una tras otra. Antecedentes, testimonio, ADN, huellas, del allanamiento de su casa se obtuvo efectos personales de Amanda. Ya no lo puede negar. Frías firma una confesión escrita de puño y letra en la cárcel antes de que su propio compañero de celda lo golpee hasta matarlo.

   En la confesión del acusado, este describe como vio pasar a la abuela de Amanda muy temprano. El conocía el recorrido a la perfección la observo durante meses, pero nunca le hablo o la saludo. Sabiendo que el un cuarentón marquito no era lo atractivo para seducirla, solo la siguió para deleitarse en las noches con el recuerdo. La enferma mente del acecino conto cada detalle de la captura, el hacinamiento y  la posterior muerte de Amanda. Cada palabra cargada de depravada obsesión provocaba nausea entre quienes la leen.

   Mientras tanto en la casa de la familia ya no hay amigos, ya no hay parientes, únicamente  la destruida pareja que intentan entender lo que este hombre había hecho. Pero no existe entendimiento. Solo lágrimas y dolor.

   Tras la muerte de Amanda el reloj aun suena a las 6:30 de la mañana en su habitación, pero ya no está la niña, casi mujer, para levantarse con una sonrisa dormida, siempre de buen humor antes de bañarse, vestiste peinarse y maquillarse para bajar a desayunar con sus padre antes de salir camino al colegio. Clarita ya no saluda y Héctor ya no canta  la abuela duerme hasta altas horas de la mañana esperando el momento de reunirse con su única nieta.

   Hoy ha pasado el tiempo. Su  habitación está vacía así como el corazón de sus padres, familia y amigos. Hoy nadie vuelve de la escuela, a comer el almuerzo caliente que la espera. Pero cada 16 de noviembre la señora Castro aún sigue cocinando las milanesas con puré de papa y calabaza para su Amanda.  La única. Su única.
                                                                                                            

Escrito por: Ma. de los Angeles.

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