viernes, 9 de diciembre de 2011

Vine porque escuche que me llamabas

A ver que les parese este.


Vine porque escuche que me llamabas


Aneta cruza la calle admirando la belleza de las flores en los árboles. Es noviembre los jacarandas rebosan de vida bajo el sol del mediodía. En el banco más alejado de la plaza una joven mujer, se encuentra aislada de su entorno. Aneta no duda en acercársele.  

-Hola escuche porque que me llamabas y vine, no intentes negarlo, es cierto. No necesitas pronunciar palabra para que yo te oiga, tus ojos me hablan, tu cuerpo me grita. Estás pidiendo ayuda. Sé que no quieres estar sola por eso me acerque.-

-¿Cómo sebe esas cosas?- pregunto la joven sorprendida al ver como aquella mujer pudo acertar con sus palabras.

-Estaba observándote, estas aquí sentada con el cuerpo encorvado sobre un libro que no lees, tus manos se retuercen sobre el regazo, buscan el consuelo que no quieres darle. Tu cabello, ensortijado como cortina, intenta taparte la cara. Aun así puedo ver tu mirada clavada en el suelo húmedo, escondes lagrimas que no quieres derramar.- dijo Aneta amablemente.

La joven se quedó sin palabras.
-Sé que no me conoces, Soy Aneta.- dijo la mujer- No pretendo herirte o engañarte. Vine para salvarte de ti misma. Me ofrezco como confidente, me alisto como oyente de tus pesares. Solo eso puedo ofrecerte por ahora. Un oído para escuchar, un hombro para llorar, una mano para levantarte. No espero para mi nada a cambio. Solo tu felicidad. Vamos pequeña. Levanta la mirada y dime ¿cómo puedo ayudarte a superar tu pena, para poder  seguir adelante?-
-Disculpe pero hablar es inútil.- dijo la joven
-Nada es más útil que la palabra y el reconocimiento.- replico Aneta

-Nadie puede ayudarme.-

-Está en tus manos darme la posibilidad de hacerlo.-

-Solo quieres estar sola.-

- Tu ser pide ayuda desesperadamente. Además, la soledad no es buena compañera de las penas, hace que el dolor se ramifique en nuestras entrañas, creando un moustro vil y despiadado que amenaza con destruirnos. No busques estar sola ahora. Yo estoy contigo. Aprovecha mi presencia, úsame tu bálsamo.-

Después de pensarlo por un corto instante la joven prosiguió.

-Soy Gabriela. He perdido a alguien que apenas había conocido. A mi abuela, Ana Mabel- dijo con la tristeza estrangulándole la garganta.



Las palabras de ambas se sucedieron una a otra, en una conversación fluida y sin censuras. Pasaron seis horas y medias. Discutieron causas y efectos del dolor. Buscando Gabriela el consuelo que Aneta le brindo en forma de consejos.  
-Has notado el cambio Gabriela. Hemos hablado por horas, tus problemas no están solucionados pero ya no eres la única que carga con ellos. Te acompañare en tu camino si es lo que deseas, seré tu sombra amiga en la adversidad.-
-parece que la conociera de toda mi vida Aneta, agradezco su ayuda-
El sol se está poniendo, anuncia una noche tranquila, en la plaza las dos mujeres se despiden con la promesa de reencontrase en algún otro momento. Al marcharse Gabriela. Aneta emprende su regreso desapareciendo en el aire junto al último rayo de sol.
La apariencia joven y lozana de Aneta no le permito a Gabriela reconocerla como quien era. Su propia abuela.

Esctrito por:  Angeles

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