El recuerdo no solo vive el 24 de marzo

Activemos la memoria.

Entre los años 1976 y 1983 en la republica Argentina se vivió la etapa más negra de nuestra historia en mi opinión. El gobierno electo fue derrocado y sustituido por una junta militar dando comienzo a una época de miedos e incertidumbre que enterró en el corazón de los argentinos una cantidad incuantificable de dolor y sufrimiento.

Como resultado hubo más de 30.000 desaparecidos que hasta el día de hoy son buscados por sus seres queridos. Madres, abuelas, esposas, maridos e hijos lloran las consecuencias. Lamentablemente mucho de ellos han muerto y otros tantos se encuentran perdidos sin saberlo.

La tristeza inunda el corazón al recordar la barbarie de unos pocos sobre miles de inocentes.

Por ellos  es que hoy enciendo una vela. Por la paz sus almas y para mantener vivo sus recuerdos. Porque en estas fechas tan alegres no debemos olvidar a los que se fueron. Un abrazo muy grande a todos aquellos que han perdido a alguien en este o en cualquier momento. Y sepan que desde mis letras hoy los acompaño en el sentimiento. 

En el siguiente escrito es ella quien habla, es una sobreviviente de esos años pero que perdió durante el Proceso Militar.

El  dolor mortecino

Hoy me desprendo de todo lo que hasta ayer no fue bueno, de las cicatrices de mi mente, alma y cuerpo.

Voy juntando mis viejas penas en una copa de cristal, una a una convirtiéndolas en gemas.

Haciendo del dolor algo tangible para extirparlo y hoy sanar.

Los rubíes tan rojos en la base. Representan la sangre espesa, que se coló por mis dedos.  La sangre de aquel amado muertos  hace ya mucho tiempo. Quien perdió cruelmente su vida en algún paramo desierto.

Sobre esa cama escarlata descansan diamantes, brutas rocas sin color o brillo simbolizan el silencio, el infinito vacío y la usencia que perduro  en esos  días de incertidumbre y anhelos.

No puede encontrarlo vivo. Jamás halle su cuerpo. Lo llore cada día lágrimas de zafiro y hielo,

Me prohibieron despedirlo. Hacerlo descansa en un lecho.

Hoy él perdido en la sombra de algún macabro recuerdo, mientras yo me despido todo lo que hasta ayer no fue bueno.

Y al final coronan la copa, esmeraldas y citrinos. Esmeraldas personificando la pérdida esperanza, de reencontrar lo que he perdido. Citrinos de hiel amarga por la indignación y el estío, nacido de la desaparición injusta en el monstruoso  genocidio perpetuado por inconsecuentes militares que disfrazados de ley y orden, movieron los hilos.

Ya soy libre. No hay dolor ni recuerdos. Mi alma no lleva peso en el camino a tu encuentro. Dejo esta vida pesada cargada de resentimientos y voy en busca de tu abrigo allá en la cima del cielo. 




 Escrito por: Ma. De los Angeles Flores