martes, 6 de diciembre de 2011

Un exorcismo aquí por favor

Un tropezón no es caída y una caída no es la muerte… pero como duele


Me caí…

De vuelta.

La historia de mi vida


No hay duda que necesito ayuda con la mala yuyu de mi sentido del equilibrio y mi falta de atención. He pasado por lo menos un tercio de mi vida cayendo al  suelo o estrellada con alguna pared, poste, árbol o cualquier cosa que decida ponerse en mi camino.
Gracias a mi falta de coordinación aprendí a reírme de mi misma y aguantar las burlas de mi propio entorno. Tales como “otra vez en el suelo, tanto te gusta el submundo” o “Sabias, que aunque camines con las rodillas no te vas a recibir de santa” y también  “el auto esta estacionado, ¿Cómo te lo chocaste de frente?”, esa última fue dolorosa.

Si yo soy la de la clásica respuesta “el árbol se me cruzo apropósito” o “esa pared no estaba ahí hace cinco minutos”.

Se preguntaran que es lo que hago para que me pasen estas cosas tanto en la vía pública como privada. Bueno  hay cuatro respuesta a la cuestión. La primera es que leo mientras camino así que me resulta difícil saber dónde piso o que tengo precisamente enfrente. La segunda invento historia, tramas para mis cuentos en todo momento lo que hace complicado imaginar y reaccionar a los objetos que se aproximan. Tercero en un esfuerzo por solucionar este problema deje de lado los libros por un rato y me puse a escuchar música con el celular. Déjenme decirle que eso tampoco funciono. Cuarto aprendí a bloquear mi entorno cuando leo en los colectivos, para que las conversaciones o acciones externas no me distraigan de mi tarea. El problema radico en que todavía no he aprendido a desbloquearme. Entonces ando por la vida como si tuviera puesta anteojeras de caballo (mi vista periférica funciona perfectamente, pero no la uso).

Soy torpe ya lo sé. Y reconocerlo es el primer paso a la superación. Ahora estoy intentando prestar atención al camino, no escuchar música, no leer, y no inventar historias hasta que no esté sentada en forma segura frente al monitor de la computadora.

Sin embargo ayer mismo teniendo en cuenta todo lo antes mencionado. Salí de mi casa por la mañana bien temprano. Todas las veredas estaban mojadas, recién lavadas por los encargados de los edificios. Y yo y mi infinita mala suerte pisamos una baldosa nueva muy resbalosa, terminando sentada en la vereda con las manos golpeadas las rodillas a medio pelar y un tobillo que hasta hoy compite con la rodilla a ver quién se puede hinchar más. No se imaginan lo que sufrí. Aunque debo agradecer al cielo que pude caminar inmediatamente.

Como dicen por ahí una tropezón no es caída, una caída no es la muerte, pero como apreciación personal no saben lo mucho que me duele.

El problema más grave es que descubrí que es hereditario. En otra entrada les comento ¿por qué?

Ríanse de sí mismo, así como yo lo hago conmigo. Que la vida es bella y está hecha para vivirla. Aunque tengas que vivirla como yo, a los tropezones.     

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